MARÍA CASTILLA NAVARRO

Era una mujer fuera de lo corriente, excepcional

COMADRONA DE VOCACIÓN

y partera de ejecución.

 

Su nombre completo era María de la Luz Castilla Navarro, hija de Salvador y Sebastiana.

Nació en Facinas el 20 de Octubre de 1894, en la calle Molinos, núm.1 donde estuvo toda su vida hasta que, ya mayor, se marchó a Fuengirola con su hija Lola y allí falleció el 16 de Febrero de 1986.

Fue esposa de Juan Moreno Valencia, hombre muy conocido y popular por sus simpáticas ocurrencias, con el que tuvo tres hijos: Dolores, Sebastiana y José (Morenito)

María fue una mujer valiente y decidida y pese a ser analfabeta cosa corriente para las mujeres y hombres del campo de aquella época, se defendía muy bien por su afán de superación y su inteligencia.

Experta en labores hogareñas camperas, hacía de todo: desde arreglar con esmero una matanza, hasta hacer un vestido, unos pantalones, y, por supuesto poner remiendos y hacer zurcidos, que por cierto, también los hacía a los amigos de su hijo.

Era limpia y hacendosa, pero por encima de todo esto tenía la vocación inspirada desde el cielo de ayudar a las parturientas a traer hijos.

Se dedicó de lleno a asistir a los partos cuando faltó la titular conocida por Luisa la Comadre, viuda de Carrero.

Y lo hacía tan bien que pronto se conquistó la confianza de todo el pueblo y de las cortijadas próximas, además de la complacencia de D.Juan el médico que la autorizaba.

........Jamás puso precio a su trabajo y solo aceptaba lo que voluntariamente querían darle como un "regalito".

En cuanto a su trabajo, tenía la virtud de dar mucho ánimo a las parturientas.

Cuando llegaba, lo primero que hacía era ponerse el pañuelo en la cabeza al estilo moro, luego el delantal blanco bien grande. Se lavaba las manos con jabón verde -no quería otro- se frotaba con alcohol y en el momento de reconocer, se las impregnaba con aceite de oliva (como en los tiempos de Jesús) Los niños le llamaban María la Cigüeña.

Me asistió en seis de mis ocho partos todos felizmente.

Era servicial y caritativa hasta la saciedad.

Una vez me contó que fue al campo y asistió a una muchacha a la que se le presentó el parto estando de “matanza” y después de nacer el bebé y arreglada la parturienta, siempre atenta para aliviar al prójimo, observó que en aquella casa era necesario echar una mano y se quedó unos días hasta que lo dejó todo ordenado.

Se le veía feliz disfrutando cuando terminaba su intervención .

Se echaba colonia Nenuco y decía que así al olerla la gente sabían que había recogido a una criatura.

Por suerte jamás tuvo un percance y tengo la certeza de que al actuar con tanta voluntad, los ángeles enviados por Dios la acompañaban y guiaban.

Sirva este modesto escrito como homenaje de reconocimiento a una mujer humilde, buena y sencilla que llevó alegría, la alegría de la vida que quiere Dios, a muchos hogares pobres ayudando a las madres a la primerísima misión para la que fuimos creadas:

DAR VIDA

Ana Gil Pérez, Vda. de José Luis Pérez Rosano

San Pedro de Alcántara, Julio de 2006